La Era Pre Mochila (o cómo empecé a viajar)

Una pequeña historia
155195_1760054486265_1344377_n
San Marcos Sierra
(sepan disculpar la calidad de las fotos de éste post,  las saqué durante aquél primer viaje... éstas son algunas de las que pude rescatar)

Hace ya  6 años, cuando por primera vez decidí que irme sola y acampar en alguna parte era una excelente idea, no tenía la más pálida noción de cómo hacerlo. O al menos, no se me ocurría cómo hacerlo de manera práctica.
Corría el 2008 y faltaban un día o dos para año nuevo. Yo caminaba por Avenida Corrientes después de una sesión de terapia, venía de un año difícil (de ésos que funcionan como la gota que rebalsa el vaso):  mi estrés, mi ambición, mis miedos habían estado tomando cuenta de mí y yo ya no tenía la más pálida idea de quién era. Ése año sentí que la única opción que tenía era dar un salto, ver qué pasaba ahí, en ésa cabeza loca que me tenía triste y desvitalizada. Descubrir quién era yo verdaderamente, si es que había “algo más allá” de la triste cabezota.  Ya les conté en algún otro post sobre el tiempo que me encerré en casa y empapelé el piso con cartulinas blancas y empecé a escribir redes de pensamientos... Ésos días fueron de los más importantes de mi vida. Sentí que toda mi vida se trataba en realidad de eso: de descubrir que no, que no soy ninguno de esos pensamientos. O que si, soy todos, pero todos a un tiempo junto con Eso que es capaz de saberse pensando. Y fue así como de pronto todo se invirtió: todo se llenó de colores, yo solo me quería reír… tenía ganas de abrazar a los desconocidos por la calle, de bailar. Así estaba a fines de 2008… eufórica, dirían los otros… viva, me recuerdo yo, tanto da… Eufórica y viva me descubrí caminando por Avenida Corrientes a dos días de terminar el año, transpirando, pegoteada, cansada de escuchar los motores de los bondis, las bocinas de los bondis, los frenos de los bondis: sentí un impulso agarré el celular, llamé a Retirome quiero ir a Córdoba, dije,  el primero, el asiento uno, ¿lo puedo comprar ahora con tarjeta de crédito?, gracias!!!!... y fue así como en dos días  iba a estar de viaje, acampando. Yo, que no sabía viajar, ni acampar y que nunca me había ido sola a ninguna parte.
65423_1759990884675_4874783_n
No tenía mochila, ni sabía que existían mochilas enormes para viajar, intuía que una valija me iba a resultar imposible, por lo que agarré mi changuito de hacer las compras (si, el que usan las señoras mayores, con ruedas y una bolsa de lona incorporada) y  lo llené de ropa de día, vestidos, pijamas, ropa de baño. Le puse una tolla, cosas de baño, un espejo redondo.
No tenía bolsa de dormir, por lo que doblé una manta de polar y la guardé.  AH! Y agarre un colchón inflable que estaba dando vueltas por casa (que até con una soga al chango, junto con la carpa).
No tenía carpa por lo que le pedí a mi tío la de él (que era una Iglú para 4 personas enorme y pesada, sin sobretecho).
No sabía hacer fuego, por lo que agarré un anafe (de esos enormes) y lo até también al bártulo que reemplazaba a mi futura mochila y a mi futuro sentido común.
163270_1760035645794_1924592_n
Como si esto fuera poco, viajé con una cantidad impresionante de libros (no me arrepiento porque cada uno resultó imprescindible). El más grandote era un diccionario etimológico de tapa dura que me había regalado mi papá (el Larousse es un ojal al lado de uno de esos).


Juro que pagaría mucho dinero por ver un vídeo de mi persona arrastrando el bártulo con ruedas por las sierras cordobesas. Todavía me pregunto cómo hice para irme a acampar al medio de la nada con eso.
Todo era muy improvisado.  Como una imagen vale más que mil palabras:
Más tarde dejé e anafe y aprendí a hacer fuego.
-Así es cómo decidí resolver el temita del sobre-techo:

Bailando al ritmo del cuarteto cordobés!